Algo que daña a algunas empresas es la rigidez desmedida. Sí, los valores centrales y la identidad de la marca son, en su mayor parte, inamovibles aunque incluso esos elementos llegan a ser actualizados. Sin embargo otras áreas de una organización, sea cual sea su propósito, deben tener la flexibilidad suficiente, y la motivación, para adaptarse y cambiar siempre que sea necesario.
Por lo tanto, es indispensable que las tradiciones, los roles, las metas y la percepción de la organización, sus miembros, sus clientes, sus proveedores y sus inversionistas no sean estáticas. Tampoco se trata de cambiar por cambiar: lo importante es que el liderazgo tenga la visión necesaria y sea capaz de llevar el negocio al mejor lugar, con humildad para identificar cuando la realidad y las ideas de la empresa no empatan.
Un ejemplo cotidiano es el del talento humano que forma parte de la empresa. El área de recursos humanos se enfoca, muchas veces, en cuestiones administrativas, pero no hay involucramiento genuino con las personas. Muchos se preocupan por conocer y tratar a los clientes de manera personal, lo cual es bueno y necesario, pero no tienen el mismo cuidado por sus trabajadores.
La motivación tiene un componente personal, pero otro contextual. Las empresas no deben olvidar sus responsabilidades para con sus trabajadores e incluso, desde el lado más frío del asunto, mejor rendimiento laboral equivale a mayor productividad y un mejor clima organizacional.
Los programas de incentivos y los programas de lealtad ayudan con dichas situaciones. Por ejemplo: una inversión en un programa de este tipo, gestionado por profesionales, tendrá un retorno tanto en la calidad de vida, como en mayor rendimiento laboral.
En cambio, descuidar a la gente trae muchos problemas. La ironía más grande es que muchos negocios dicen preocuparse y priorizar a las personas, pero en la práctica nunca tienen recursos destinados para ello, o siempre es con lo que sobra, en lugar de contar con un presupuesto adecuado.
Si no se cultivan la lealtad y la motivación, toda la relación de la compañía y el personal se reduce a dinero en muchos escenarios. Esto, a su vez es dañino pues aunque es necesario, el dinero no es el único ni el mejor incentivo para las personas. Asimismo sin la lealtad y la motivación, también se ausenta el compromiso y así como los clientes, los trabajadores pueden marcharse, lo cual aumenta la rotación de personal, situación que nadie desea.
En general, tratar al talento humano igual o mejor que a los clientes, es importante para todos en la organización. Su lealtad vale tanto (o más) como la del mejor cliente y descuidarlos a ellos es descuidarnos a nosotros mismos.
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